Soy Carlos Espín, pero me conocen como Kalin (@dckalin). Mis sueños siempre parecieron tan inalcanzables como las cimas de las montañas que se divisaban desde mi hogar en el Puyo. La idea de visitar la mística Laguna Amarilla, en las alturas de la región sierra del Ecuador, me resultaba tan remota como ajena a mi realidad. Las historias que había escuchado sobre ese lugar, llenas de tragedias y dificultades físicas, sembraron en mí un temor que me mantenía alejado de la idea de aventurarme en sus senderos.

La altitud imponente de la región y el temido soroche eran barreras psicológicas infranqueables para mí. Nunca había explorado más allá de los confines de mi tierra baja. El Volcán El Altar, visible desde mi casa en el Puyo, se erguía como un sueño distante, un amor platónico en la geografía de mi vida.

Sin embargo, el destino y la inspiración a menudo llegan de las formas más inesperadas. Durante una excursión al florecimiento de los guayacanes en Mangahurco, conocí a Antony, un hombre extraordinario con una historia de superación que resonaría profundamente en mí. Antony, a pesar de una discapacidad en una de sus piernas, había explorado diversos destinos turísticos dentro y fuera del país, llegando incluso en bicicleta a lugares que muchos consideran inaccesibles. La historia de Antony y su experiencia en la Laguna Amarilla fueron un despertar para mí, y comencé a replantearme mis propios límites autoimpuestos.

El año 2020 marcó un punto de inflexión en mi vida. Animado por la determinación y el ejemplo de Antony, decidí aventurarme hacia la Laguna Amarilla con un grupo de amigos. Aunque el camino se reveló tan desafiante como temía, no solo logré alcanzar mi meta, sino que también superé las expectativas que yo mismo me había impuesto. La experiencia fue transformadora: desde ese día, un amazónico como yo se enamoró perdidamente de las montañas y los volcanes de la región sierra ecuatoriana.

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La idea de visitar la Laguna Amarilla surgió al ver la belleza capturada en fotos y relatos de otros aventureros. Era como enamorarme de un sueño, algo que parecía inalcanzable desde mi infancia, con el imponente Volcán El Altar en el horizonte. Nunca pensé que podría llegar a esos lugares remotos, y mucho menos descubrir una laguna tan sublime en el cráter del volcán.

En mi viaje más reciente, mi motivación trascendió mi propio deseo de exploración. Ahora, mi objetivo era compartir la belleza y la emoción de la Laguna Amarilla con otros, ayudándoles a experimentar la misma maravilla que yo sentí en mi primer encuentro con aquel lugar sagrado. A lo largo de mis viajes, encontré en Johana Campaña (@joanna.campana) una aliada invaluable. Johana, guía local y nacional con una amplia experiencia desde su temprana juventud, se convirtió en mi gran amiga y compañera de aventuras. Juntos, organizamos excursiones que permiten a personas de diferentes lugares descubrir los tesoros ocultos de Ecuador.

En cada viaje, Johana y yo no solo llevamos a los aventureros a la Laguna Amarilla, sino que también les brindamos la oportunidad de explorar su propio potencial y descubrir la grandeza de la naturaleza y la camaradería humana. Nuestros videos no solo son testimonios visuales de paisajes impresionantes, sino también historias de superación, amistad y conexión con la tierra. A través de nuestro trabajo, inspiramos a otros a desafiar sus propios límites y a embarcarse en la aventura de descubrir lo inexplorado.

Después de mi primera visita a la Laguna Amarilla, decidí explorar la región aún más a fondo, dirigiéndome hacia la llamada Laguna Azul, también conocida como Negra Pagcha. Aunque se accede por otro camino, esta laguna aún forma parte del dominio del imponente Volcán El Altar. Los paisajes que encontré allí superaron incluso mis expectativas más salvajes.

El camino hacia la Laguna Azul lleva a través de una maravillosa variedad de escenarios, cada uno más asombroso que el anterior. A medida que ascendía, me encontré caminando por una estrecha arista, con vistas panorámicas que me robaban el aliento. A un lado, podía contemplar las múltiples lagunas que pincelan el paisaje del Parque Nacional Sangay, mientras que, al otro lado, la majestuosidad del Volcán Chimborazo se alzaba imponente en el horizonte.

Mi primer encuentro con la Laguna Azul fue un testimonio vívido de esta verdad. A pesar de comenzar la caminata con un resfriado y enfrentarme a momentos de agotamiento extremo, logré sobreponerme a mis propias dudas y temores. Al cambiar mi mentalidad y adoptar una actitud de determinación y positividad, pude encontrar la fuerza para continuar y alcanzar mi destino final.

Durante mi viaje a la Laguna Amarilla, descubrí aspectos culturales e históricos que añadieron profundidad a mi experiencia. Uno de los eventos más notables que aprendí fue el trágico suceso del 13 de octubre de 2000, cuando una porción de la Cara de la Monja Grande se desprendió y cayó en la laguna amarilla, desencadenando una ola gigante que inundó el valle de Collanes y sus alrededores, dejando devastación a su paso. Este evento trágico sirve como un recordatorio de la impredecible y a veces peligrosa naturaleza de los fenómenos geológicos en la región.

Con una profunda reflexión, me despido con una frase que he llevado conmigo a lo largo de mis viajes: “El día que este lugar me deje de impresionar, ese día sabré que nunca más voy a regresar”. Esta declaración encapsula mi conexión íntima con los destinos que he explorado, revelando mi profundo respeto y admiración por la belleza y la grandeza de la naturaleza. Para mí, cada lugar tiene su propia historia y encanto, y mi compromiso de seguir regresando refleja mi eterno sentido de asombro y gratitud hacia el mundo que me rodea.

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2 comentarios

  1. Excelente aventura, y excelentes paisajes que tiene nuestro país, nos emocionamos cuando escuchamos estas historias, gracias por compartir.
    Saludos

    1. ¡Nos complace ofrecerles información turística valiosa para ayudarles a planificar sus próximas aventuras!